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Un Día en la Vida con Tatiana, Entrenadora del Equipo de Campo de PSYDEH

Un Día en la Vida con Tatiana, Entrenadora del Equipo de Campo de PSYDEH

Por Tatiana Salazar Jimenez

Miércoles 13 de marzo, empieza la aventura! La cita era a las 9 de la mañana y por azares del destino, el vocho se quedó plantado una hora en la entrada de Tenango! Con las maletas listas y el vocho cargado, emprendimos el viaje hacia tierras muy muy lejanas, más allá del mar de montañas! En el camino, como en la vida, siempre habrá altas y bajas, hacia la derecha, hacia la izquierda, pal frente, pa’ atrás, como dice la Thali, una acomodada de matriz al año no hace daño.

Ya en San Esteban, después del taller, tuvimos el gusto de ser adoptadas y exhibidas por todo el pueblo, como las hijas perdidas de doña Sabi. Tanta cara de hambre debiamos de traer por que hasta el de la panadería nos ofreció pan gratis para comer!  Después de haber devorado el chicharrón en salsa que nuestra madre adoptiva había preparado para salvarnos de la desnutrición, nos dimos un baño como gatos con las toallitas de bebé que la Thali había comprado. 

En la noche, mientras la Thali y doña Sabi andaban chismeando, la Ale y la Tatiana ya estaban roncando. Sin prevenir y sin contexto, la Tatiana dice en medio de la noche “ la boca es una parte íntima del cuerpo” y esto fue un claro motivo de bullying para el resto del camino.

Después del café y del pan de la mañana, reunimos a las socias para la charla. Como que al pueblo de San Esteban no le cayó muy bien ya que 3 camiones al mismo tiempo hicieron más ruido que en un concierto!

Después de todo, emprendimos el viaje de regreso y como ALGUIEN comió muchas dobladas de frijol, el vocho no nos aguantó! Y en medio de la ruta, el vocho se quedó atorado en el barro, y como todo lo que sube, tiene que bajar, con las torreneirtos de Ale y Thali, nos bajamos a empujar metiendo palos en las llantas pa’ ver si así avanzaba, agradecimientos a la Ale que me respondió “para no hacerte sentir mal” cuando le dí una piedra que no sirvió para nada.

Después de media hora, nosotras empujando con las manos y Jorge con el pedal, ¡ni un solo carro pasó! Pero gracias a las mujeres que resuelven ( y a Jorge), el vocho salió! Más tarde en el camino, cuando la Thali se bajó, en medio de la calle, el Vocho ya no prendió, pero rezandole un padre nuestro, revivió! Llegando a Casa Siempre Viva, terminó nuestra aventura, excepto para el Jorge y el vocho, que aún les quedaba mucha ruta. Gracias a la vida, por la resistencia del vocho y la sabiduría de su conductor, aunque llegamos con el hueso raspado, llegamos casi completos.

Gracias por leer,

Tatiana

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